lunes, 26 de noviembre de 2012

Nostalgia...

La nostalgia es la única que no me abandona aun cuando la soledad me ahoga, es la cobija que otorga ese calor tan extraño a mi alma, con ella escribo más que con cualquier sonrisa. Hace mucho que no subía una entrada al blog cuestiones de tiempo y perdida del mismo, pero vamos también debo tomar tiempo en saludarles así que aquí estoy una vez más en esta ocasión para compartir un hermoso poema de Edgar Allan Poe uno de mis eternos poetas, con el que lo conocí y quede enamorada de la misma prosa.

Simplemente expresa ese amor que sobrepasa la muerte perdura más allá de la tumba porque sus almas siguen unidad gracias al amor tan inmenso que existía en los dos seres y lo que lo hace ver así es el admitir que cada noche se recuesta sobre la tumba junto al mar, aun muerta el amor  la mantiene viva en el. Un poema que es exquisitamente bello.




Annabel Lee de Edgar Allan Poe, 1849.



Hace ya bastantes años, en un reino más allá de la mar vivía una niña que podéis conocer con el nombre de Annabel Lee. Esa niña vivía sin ningún otro pensamiento que amarme y ser amada por mí.

Yo era un niño y ella era una niña en ese reino más allá de la mar; pero Annabel Lee y yo nos amábamos con un amor que era más que el amor; un amor tan poderoso que lo
s serafines del cielo nos envidiaban, a ella y a mí.

Y esa fué la razón por la cual, hace ya bastante tiempo, en ese reino más allá de la mar un soplo descendió de una nube, y heló a mi bella Annabel Lee; de suerte que sus padres vinieron y se la llevaron lejos de mí para encerrarla en un sepulcro, en ese reino más allá de la mar.

Los ángeles que en el cielo no se sentían ni la mitad de lo felices que éramos nosotros, nos envidiaban nuestra alegría a ella y a mí. He ahí porque (como cada uno lo sabe en ese reino más allá de la mar) un soplo descendió desde la noche de una nube, helando a mi Annabel Lee.

Pero nuestro amor era más fuerte que el amor de aquellos que nos aventajan en edad y en saber, y ni los ángeles del cielo ni los demonios de los abismos de la mar podrán separar jamás mi alma del alma de la bella Annabel Lee.

Porque la luna jamás resplandece sin traerme recuerdos de la bella Annabel Lee; y cuando las estrellas se levantan, creo ver brillar los ojos de la bella Annabel Lee; y así paso largas noches tendido al lado de mi querida, —mi querida, mi vida y mi compañera, — que está acostada en su sepulcro más allá de la mar, en su tumba, al borde de la mar quejumbrosa.